Obsesión defensiva, ventaja del Barça

Los que no esperaban una final igualada entre dos equipos muy igualados se estarán rascando la barbilla, pero no cabe duda de que los antecedentes están siendo confirmados: un Barcelona rearmado moralmente está sacando ventaja a base de defensa y de fe, y el Madrid no acaba de explotar sus armas, que son irremediablemente la velocidad y los ataques breves, aunque enfrente tenga un muro tan sólidamente construido como el de Xavi Pascual.

Los colapsos defensivos de cada uno de los dos equipos en el choque inaugural –el del Madrid en el segundo cuarto, el del Barcelona en el último– han marcado poderosamente el segundo enfrentamiento: aleccionados para no caer en esas pájaras, los dos actuaron durante 30 minutos de manera exasperantemente lenta, amarrando cada balón, en un duro juego de trincheras que impidió el lucimiento individual en casi todos los momentos. Jugando así, y aun dejándose despegar por el rival por dobles dígitos al final del tercero, el Barcelona estaba en el partido. Y el alobamiento tremendo del Madrid en unos últimos minutos en los que dejó de jugar para intentar tan sólo defender su ventaja le dio a los visitantes la última y crucial ventanita de oportunidad, materializada en la jugada de cuatro puntos de C.J. Wallace.

Más apuntes positivos para Pascual de cara a los partidos de Barcelona: las dificultades del Madrid ante la defensa en zona planteada varias veces por Pascual y la incapacidad de los locales para generar algo partecido a un juego interior salvo cuando estuvo en cancha Felipe Reyes, y su quinta falta quizá fue crucial cuando el Madrid no supo qué hacer en su penúltimo ataque ante la zona azulgrana, con balón perdido por Sergio Llull en un absurdo pase a Marcus Slaughter.

Una vez más, y aunque nadie montó en el Madrid la antideportiva escena de un par de días antes, la última jugada, con un punto de ventaja para el Barcelona, resultó polémica y crucial. Como si obedeciesen órdenes de no alimentar nuevas controversias, los comentaristas de TVE y sus realizadores evitaron esta vez la serie de repeticiones ad nauseam de la vez anterior, aunque dio la clara impresión de que podía haber habido más de una falta en los tres intentos de enceste que se manufacturó el Madrid en esa última jugada de 7,7 segundos. Penosa la tele pública. Nada nuevo.

Pero, en todo caso, el problema local fue una vez más el de dejar remontar de esa manera: el de dejar al rival encestar 26 puntos en un cuarto decisivo. El Madrid podrá ganar en Barcelona, sin duda, pero por ahora ha cedido a su rival una decisiva ventaja: la del estilo de juego, sin ritmo ni ambición ofensiva.